Una guerra

Los hermosos platos hondos de vidrio azul que se hicieron añicos y quedaron como vidrio molido, el elegante vaso de cerveza que alguien le había regalado y que se estrelló contra el piso estruendosamente, la cortada en un dedo con un cuchillo. Profunda como un tributo de sangre. Esa es la vida de un dipsómano en un apartamento pequeño. Una guerra permanente. Algunos lo llamarán “conflicto interno”. Y sí, también es eso.

ficción