Para científicos

Me hicieron un chequeo médico en mi trabajo y me encontraron lo más de bien. Me entregaron un papelito con las medidas de peso, talla, tensión arterial, porcentaje de grasa y otros. En la última casilla de la tabla aparecía “Edad metabólica”. La mía resultó ser 34 años. Le pregunté a la doctora, solo para confirmarlo, que si eso quería decir que tengo el metabolismo de un hombre veinte años menor que yo. «En efecto», me respondió. Muy contento, esa noche le conté a una amiga y enfaticé la importancia de la edad metabólica. El problema es que me equivoqué y dije, una y otra vez, “edad molecular”. Mi amiga, que es una persona curiosa, inteligente y enfermiza se puso a investigar en internet sobre la edad molecular. Le pareció un poco complejo todo. Cuando me lo dijo, le aclaré el malentendido y nos reímos. El problema es que, para un lego como yo fue una simple confusión de términos similares (¡los dos empiezan por eme!), pero creo que a nivel científico son dos cosas distintísimas, y confundirlas puede resultar catastrófico.