¿Qué tan inteligente se cree? Sea honesto.
En momentos de entusiasmo, o bajo el efecto del alcohol o de alguna otra sustancia psicoactiva, ¿ha pensado que usted está a la altura de Cervantes, de Proust, de Borges o de García Márquez?
¿Algún otro?
¿En algún momento concibió una obra que marcaría un hito en la literatura, nunca la escribió, y hoy en día reconoce que la idea no era tan buena?
Usted opina con prodigalidad y vehemencia sobre otras disciplinas de las que suele ignorar los fundamentos; habla de medicina, de política, de música y de sociología, entre otras. ¿Cómo reacciona usted cuando alguien que no es escritor opina de literatura?
Usted trabaja con el lenguaje escrito, cuyo fundamento es la gramática, y si bien su ortografía y su sintaxis son correctas (es lo mínimo), ¿podría explicarme cinco reglas gramaticales y darme un ejemplo del uso de cada una? Le pregunto porque si damos por sentado que un pintor debe saber de colores y de texturas, y un músico de escalas y armonías, un escritor debe conocer las reglas de su medio de expresión, ¿no cree?
¿Comprende usted cómo funciona la economía, cuál es el valor del dinero y sabe manejarlo, o es más bien descuidado, y después culpa al “Sistema”?
Hábleme de sus deudas.
Hablemos ahora de los trabajos que se ha visto obligado a aceptar: de profesor, en una editorial, de tutor privado, en una agencia de publicidad o redactando documentos institucionales. ¿En algún momento despreció esos trabajos por creerse superior, cuando estos son el modo de vida de otros que se prepararon para hacerlo, lo hacen con convicción y competencia, y aportan a la sociedad?
Independientemente de su respuesta a la pregunta anterior, aunque le de vergüenza reconocerlo, ¿pensó en algún momento que no estaría del todo mal dedicarse a uno de esos trabajos de tiempo completo y abandonar la escritura?
¿Ha aprovechado usted alguna vez su posición de escritor, el aura que eso tiene, para intentar obtener favores sexuales, ventajas o privilegios inmerecidos, así fuesen mínimos?