Deo est

Hace muchos años rompí el botón de encendido del radio de mi carro por no ser cuidadoso. Lo saqué del carro, lo subí a mi apartamento como si fuera algo muy delicado o muy valioso –un animal herido o una joya– y lo puse en una de las repisas de la biblioteca para pegarlo después; sería una reparación delicada, como las que me gusta hacer. Cuando llegó el momento de hacerla, busqué el botón en donde lo había dejado y ya no estaba. Le pregunté a la empleada que venía a mi casa a hacer el aseo una vez por semana, y me juró que no lo había visto. No tuve más remedio que creerle. Me amargué por años de ver el radio sin ese botón. Después me fui del país, volví, cambié ese carro. La empleada, a la que quería, murió. Hace un par de días rompí el mismo botón del radio en mi carro nuevo. Lo guardé y, ahora que lo tengo frente a mí, sé que lo voy a pegar muy bien y que voy a quedar satisfecho. Dios da todas las facilidades.