Tengo dos amores: mi país y París, dice la emocionante canción que cantaba Josephine Baker. Y es verdad. Mi país es mi cama, es Buenos Aires, es una partecita de la Amazonía, es el Café Sabarsky de la Galería Neue, es el Parque de la Ciudadela en Barcelona, es el laguito del Parque del Chicó, es Villa de Leyva, es el Rijksmuseum, es La Zahara, es un tramo del camino de los Apalaches, es el sofá de la casa de Javier y Pilar. París sí es París.
Una sorpresa
Mentiría si dijera que fue algo súbito porque fue gradual. Es solo que no estuve atento al momento en el que me convertí en ese viejo que tiene que usar una chaqueta gruesa para cuidarse del frío, que carga pastillas para la garganta y huele a mentol.
Común y corriente
Puedo perfectamente sentirme dichoso por la vida que tengo –que me he armado y que me ha sido dada– y, unos minutos después, tener el impulso de acabar con ella por lo infeliz que soy.
Deo est
Hace muchos años rompí el botón de encendido del radio de mi carro por no ser cuidadoso. Lo saqué del carro, lo subí a mi apartamento como si fuera algo muy delicado o muy valioso –un animal herido o una joya– y lo puse en una de las repisas de la biblioteca para pegarlo después; sería una reparación delicada, como las que me gusta hacer. Cuando llegó el momento de hacerla, busqué el botón en donde lo había dejado y ya no estaba. Le pregunté a la empleada que venía a mi casa a hacer el aseo una vez por semana, y me juró que no lo había visto. No tuve más remedio que creerle. Me amargué por años de ver el radio sin ese botón. Después me fui del país, volví, cambié ese carro. La empleada, a la que quería, murió. Hace un par de días rompí el mismo botón del radio en mi carro nuevo. Lo guardé y, ahora que lo tengo frente a mí, sé que lo voy a pegar muy bien y que voy a quedar satisfecho. Dios da todas las facilidades.
Un accidente doméstico
Emilita, una prima de mi madre, estaba una vez cortando fruta con un cuchillo sobre la licuadora prendida sin tapa. De repente, el cuchillo se le cayó dentro de la licuadora en movimiento y como esta tenía el vaso de vidrio, el cuchillo, girando a toda velocidad, rompió el vaso. Volaron vidrios gruesos por toda la cocina, pero ella alcanzó a protegerse (supongo que cubriéndose la cara con los brazos y agachándose por reflejo) y no le pasó nada, pero el susto fue tremendo.
Crucigrama
Ojalá algún día me contraten para que contribuya en la elaboración de un crucigrama. Mi aporte será: “9 letras: acción de quitarse la espuma de afeitar con una cuchilla. Respuesta: Afeitarse”. Me parece genial.
ficción
(Sin título)
Tan charras las naranjas cuando no dan jugo.