Estaba de paso por Bogotá y una noche fui a visitar a una amiga. Cuando salí y mientras esperábamos a que llegara el taxi, el portero del edificio le habló: “¿Cómo le parece, doctora? ¡Cómo será en los parques ahora! ¡Imagínese!” Se refería a que la Corte Constitucional había anulado una interpretación del Código de Policía que sancionaba el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas en los parques públicos. Ahora se puede consumir… ¡Como toda la vida!, con o sin código de Policía, porque con la excepción de los adictos severos, que por lo general son habitantes de la calle con problemas psiquiátricos, los “burros” y los borrachos no están en los parques a la misma hora que las familias; mientras que unos están en los parques, los otros duermen. Ante el silencio de mi amiga y mío, el portero hizo una pausa y agregó: “Y se nos fue Jota Mario…” Se refería a la muerte de un presentador de televisión de los 80 más bien soso, olvidable. Un empleado de una empresa de vigilancia privada, esa forma de paramilitarismo, el consumo de sustancias psicoactivas en el país que ha hecho evidente la ineficacia de la prohibición, y un presentador de televisión, ese medio cuyos contenidos locales solo sirven para embrutecer a la gente. Todo en una sola conversación.