Tengo un buen trabajo que me mantiene ocupado y me entusiasma. Vivo en el campo en una casa preciosa con un gran jardín, vecinos amables y perros. Puedo ir a la ciudad cuando quiero y encontrarme con mis amigos y mi familia, pero lo único que me ilusiona ahora es pensar, en las tardes, que en pocas horas me iré a la cama. Y cuando me acuesto, me alegra pensar en el desayuno. Esa es la felicidad que me ha mostrado la pandemia.