A los ojos de los demás son una familia convencional, pero en realidad, son locos. Un día deciden celebrar el cumpleaños de su pequeña hija y organizan una fiesta que también parece convencional: un rato de juego para los niños solos, después un mago, luego el canto del feliz cumpleaños para la niña y, por último, la tradicional piñata. Esta última se hará como siempre: la cumpleañera, con los ojos vendados, romperá con un palo la piñata que cuelga del techo con unas cuerdas que el padre puede manipular para subirla y bajarla, y así hacerlo más difícil y divertido. Solo que estos padres han decidido hacer una variación: la piñata será uno de los niños invitados; el más flaco para que sea más fácil bambolearlo. Las sorpresas están embutidas entre la ropa y el cuerpo, así que la niña tendrá que pegarle muy duro para que caigan.