Por la Avenida Diagonal de Barcelona, a la altura del Paseo San Juan, hay una glorieta mal señalizada en la que convergen los carros a alta velocidad. Un conductor decidió cambiar de carril antes de llegar a la glorieta y, al hacerlo, cerró al carro de atrás que por poco lo choca. Los dos autos frenaron y del carro de atrás se bajó la mujer que iba de copiloto. Se acercó a la ventana del conductor imprudente, ese que casi los hace matar, y con las manos siempre cruzadas en su espalda a la altura de la cintura, lo insultó a gritos de la peor manera. Pero nunca se acercó demasiado al vidrio, nunca hizo el menor gesto de agredirlo físicamente, ni siquiera de golpear el carro. Vi esa escena hace más de quince años. Pasaron tres mil para llegar a eso: la civilización.