Un señor

Se terminaba el primer semestre en mi nuevo trabajo en Estados Unidos y había una reunión de todos los profesores en la que los directivos hacían un recuento de lo importante. Al final abrieron el foro. Habló una persona, luego otra; hicieron reconocimientos y dieron las gracias. Empezó a hablar una tercera persona y entonces sentí que tenía que dar las gracias por ese semestre. Soy el mayor de mi cohorte, nadie me pidió que lo hiciera, no lo hice por quedar bien y sabía que hacerlo no me iba a hacer sentir bien ni mal. Simplemente, tenía que hacerlo. Sabía que para mis colegas jóvenes era un alivio sentir que ninguno de ellos tenía que hacerlo porque para eso estaba yo, el mayor. Me puse de pie y di las gracias en inglés delante de más de cien personas a las que apenas conocía. Soy un señor, pensé.