Le fascina su esqueleto. Lo imagina debajo de los movimientos de su cuerpo. Sus piernas, tan elásticas, son huesos; su cadera, que parece invitar siempre, son huesos; sus hombros delicados son huesos; debajo de su pelo se adivina el cráneo. Pero si viera el esqueleto desnudo, sin los músculos y sin la piel, sentiría pavor.