Bajo caminando por la Avenida 140 a las 7 de la noche, cuando hay más actividad y más estímulos sensoriales, y me deslumbra el destello azul de un televisor gigante que brilla en la habitación de un apartamento en un piso alto. Ni siquiera iba mirando para arriba. Y no, no todo se vale y a mí sí se me antoja que la gente que se compra un televisor gigantesco de alta definición para ponerlo en una habitación es imbécil y se merece mi reprobación.