La maestría de la vida cotidiana

Trabajo en un colegio hace veinte años y todos los días llevo una merienda para comer a media mañana: papaya y banano cortados en trozos y espolvoreados con salvado de trigo (este último ingrediente es por prescripción médica, ya que tengo problemas de colon, pero, de cualquier manera, me sabe bien).

El día anterior, a eso de las siete de la tarde, he puesto un noticiero en youtube y mientras que lo veo, he cortado la papaya y el banano y los he metido en una coca que he guardado en la nevera. Como todos los días. A la mañana siguiente se me hace tarde porque me demoré tres minutos de más en la ducha. Ahora tengo que apurarme para no perder el bus del colegio. Salgo disparado, atravieso un parque, llego al paradero, y entonces caigo en cuenta de que olvidé mi merienda. ¡Maldita sea!

Mi padre, que aún vive, fue contador toda su vida. Mi madre, que ya murió, permanecía en la casa, y era pulcra. En la casa de mi infancia todo se hacía con horarios estrictos, pero sin regaños y sin mirar el reloj. Simplemente, todo sucedía a su hora. Cuando era muy pequeño, oía a mi padre decir “son las siete en punto”, y como todavía no sabía leer el reloj análogo, me imaginaba que en el suyo había un puntito rojo que marcaba la hora “en punto”. Éramos una familia feliz.

Puedo escribir bien. También me gusta mucho leer y enseñar, y me entusiasma la idea de enamorarme (pero más la de tener sexo). Tengo muchos amigos porque la amistad me emociona, pero en algún momento de mi vida me pasó que, aunque todo me importa, lo que me atormenta es que se me quede la merienda del día en la casa, que no pueda llenar una planilla de los impuestos sin ayuda, que se me caiga la escoba cuando yo sé que la había dejado bien apoyada contra la pared, o que me equivoque escribiendo en el computador y no ponga una tilde. Lo que me importa es controlar cada cosa y cada minuto. Lo que realmente me interesa en la vida es lograr la maestría de la vida cotidiana porque, creo, ese es el camino del espíritu. O, al menos, lo es del mío.