Cuando era niño quería ser un rey como los de las películas porque comían perniles y frutas con la mano y tomaban vino en copas metálicas. Se vestían con pieles y en la cabeza llevaban una corona con piedras grandes de colores, como nunca las hubo en la realidad. Tenían barba, y después de comer se limpiaban la boca con la manga y se reían a carcajadas. Ahora que reino sobre mi vida, entiendo que eran unos viejos patéticos de mentiras y de verdad.