Una libertad

Una vieja amiga me ha «gosteado» (de ghosting, en inglés). Es decir, se ha desaparecido como un fantasma. Por «desaparecido» quiero decir que no me ha vuelto a llamar ni a escribir, y no me ha respondido a algunos chats de Whatsapp y a un par de llamadas en los últimos dos o tres meses. Al principio me pregunté qué habría pasado, qué le habría pasado conmigo (porque en las redes sociales la veo activa), pero después pensé: pues es que no quiere hablar ahora. Ya está. Sin motivo. Simplemente, no se le da la gana. Y entonces recordé lo que era la vida cuando solo existían los teléfonos fijos, cuando no había ni celulares ni internet; podía pasar que uno dejara de hablar con alguien por semanas, a veces por meses, pero sin que hubiera habido ningún conflicto. No creo que eso fuera mejor ni peor, pero sí sé que era una libertad. La libertad de «fantasmear».