Jardinería

Compré un mirto y unas violetas para mi casa. Las trasplanté a unas materas que tengo en el balcón, pero temí por las violetas porque el resto de su vida será a la intemperie. Ahora ya todas llevan viviendo allí dos semanas, y el mirto, tan fuerte, tan callejero, está descompuesto, mientras que las violetas, vanidosas y finas, se han adaptado estupendamente. En su esplendor, se ufanan. No diré nada del pobre mirto, pero me imagino a las violetas diciendo: “Tan bobo ese señor. Creyó que éramos solo unas bobas bonitas.”